Resistencia y Ecotoxicología

Existe evidencia científica publicada de que los rodenticidas anticoagulantes tienen el potencial de causar daños al medio ambiente; principalmente a través de la intoxicación primaria y secundaria de la fauna no objeto de control. La intoxicación primaria se produce cuando un animal no objetivo consume accidentalmente un cebo colocado para roedores objetivo. La intoxicación secundaria se produce cuando, después de haber consumido el cebo, animales ya sean objetivo o no objetivo, son a su vez cazados y utilizados como alimento por animales depredadores y carroñeros. En general, se considera que el uso de anticoagulantes de primera generación entraña menos riesgo para el medio ambiente que el uso de los compuestos de segunda generación. Esto es debido a que los primeros compuestos presentan una toxicidad menos aguda y son menos persistentes. Pero eso no quiere decir que los anticoagulantes de primera generación no conlleven riesgos.

Dado que los anticoagulantes de primera generación conllevan menos riesgo para las especies no objetivo, es sensato utilizar estos compuestos en lugar de los anticoagulantes de segunda generación, allá donde se sabe que son plenamente eficaces. Cuando se presenta resistencia a cualquier sustancia activa, ya sea esta sustancia activa de primera o de segunda generación, su uso debe ser sustituido por el uso de métodos alternativos de control de roedores o por el uso de anticoagulantes que sean plenamente eficaces. El uso continuado de anticoagulantes ineficaces en zonas de resistencia plantea riesgos inaceptables para las especies no objetivo. Hay pruebas de que los roedores objetivo en zonas donde ha resistencia a los anticoagulantes llevan una mayor carga de residuos de sustancias activas anticoagulantes que en zonas donde no hay resistencia.

No se recomienda, sin embargo, que los profesionales utilicen reiteradamente las mismas sustancias activas, incluso en zonas donde éstas sean totalmente eficaces. Esto es especialmente cierto en el caso de la utilización de compuestos de primera generación, porque su uso frecuente y repetitivo puede conducir al desarrollo de resistencia. Por lo tanto, es sensato utilizar ocasionalmente productos más potentes que contengan brodifacum, difetialona y flocumafen en zonas donde los anticoagulantes de primera generación, y los anticoagulantes de segunda generación difenacum y bromadiolona, menos potentes, son efectivos, a pesar del aumento del riesgo que ello supone para el medio ambiente. Esta acción servirá para evitar el desarrollo de resistencias y preservar la eficacia de las sustancias activas de primera generación y las de menor potencia de segunda generación.

Necesitamos más información precisa sobre la distribución geográfica de la resistencia a los anticoagulantes en todos los países, que nos permita tomar decisiones basadas en criterios científicos, de modo que puedan utilizarse anticoagulantes que sean plenamente eficaces y que planteen menos riesgos para los animales no objetivo.

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